25 de fevereiro de 2009

¿Qué le pasa al Partido Colorado II?

¿Qué le pasa al Partido Colorado II?

el Sábado, 21 de febrero de 2009 a las 11:17 | Editar nota | Eliminar

Hace 4 años escribíamos con el mismo titulo, un artículo en el diario La República, que pretendía reflexionar sobre las razones por las que el Partido Colorado había sufrido una rotunda derrota en las elecciones nacionales.

Hoy nos sentimos en la necesidad de volver sobre el tema, dadas las quejas y los lamentos de algunos sectores del PC, en especial el de Bordaberry, por las eventuales presiones que estarían haciendo los blancos sobre los dirigentes colorados para que abandonaran su colectividad.
La verdad que me parece insólito.
En estas quejas no hay un atisbo de autocrítica, solo lamentos sobre los supuestos intentos de apoderarse de los despojos del viejo partido.
¡No nos toquen los dirigentes! es el clamor, y como siempre, miran la paja del ojo ajeno sin percibir la viga en el propio. Cómo si alguien en la democracia, fuera propiedad o patrimonio de otro, o viviéramos en un régimen confesional donde nadie puede cambiar bajo pena de sacrilegio. Por suerte no es así y la gente de este País es libre de creer y difundir sus creencias como mejor parezca,

El partido Colorado perdió el 69% de sus votos en la elección del 2004 en relación con la elección del 99, su caudal de votos pasó de un 33% del electorado a escasamente el 10 % en el 2004; dirigentes de primera línea como Valiant y Lissidini lo abandonaron con sus agrupaciones, uno hacia el Frente y otro formando un partido independiente, otros muchos votaron a los Blancos. Las pocas explicaciones que se discutieron internamente estaban orientadas a echarle la culpa, la “demagogia de Mujica”, al cambio hacia el centro de Tabaré y de Astori, al renacer de Michellin; a la batllisización de discurso blanco, e internamente a la poca fuerza de la candidatura de Stirling y al “retiro” de Atchugarry etc. La vieja dirigencia no quiso mirar más allá de su ombligo. Era más fácil buscar culpables que admitir errores.
No se levantó una sola voz pidiendo una autocrítica y o un análisis profundo de la motivación del éxodo nacional del electorado colorado hacia el Frente y al Partido Nacional
En la elección municipal el invento de Jorge Batlle en Montevideo, llamado Bordaberry, hizo tomar una bocanada de aire a sus dirigentes, porque se habían alcanzado el 20 % de los votos en dichas elecciones.
Bordaberry dado el resultado, se sintió con fuerza para lanzarse a la conquista del espacio colorado. Rompió con su antiguo mentor quincista y se lanzó al ruedo.
Los hechos mostraron que su figura no despertaba la emoción del emigrado elector. El PC, con el liderazgo de Bordaberry, ha oscilado entre el 5 y el 9% de la intensión de voto, a pesar de sí obtiene una neta mayoría en la interna de los restos del Partido.

Ahora, otra vez se busca motivos extra partidario para justificar la imposibilidad que tiene tanto la nueva dirigencia como la vieja, de despertar esperanzas en la gente, de asumir el pensamiento mayoritario de el tradicional electorado batllista, y de retener a la dirigencia media, que siente que dentro del Partido Colorado no tiene a quien representar ni quien dirigir.
Stirling molesto por la falta de autocrítica renunció a sus cargos partidarios y se apartó, Atchugarry desplazado, no quiso pelear y se fue a su casa, muchos otros cuyos nombres no incluyo por su extensión, ex diputados, ex senadores y ex altos funcionarios hicieron lo mismo, Tabaré Viera exitoso político del Norte, después de algunos escarceos para formar una corriente renovadora desistió, y se conformó con un eventual cargo de senador al encabezar la futura lista del Sanguinettismo, En la 15 y en el Foro, la fuerte proyección de sus líderes tradicionales, ahogan toda figura, como lo hicieron en su momento con Stirling y Atchugarry.
Bordaberry, por su origen, por su formación familiar y por su actuación política bastante autoritaria (recordar su debate con Rafael Michellini), no llega a ser confiable, a pesar de un raro discurso social demócrata y vestirse con golilla y poncho colorado.

Un partido político que se precie de tal, tiene que convencer difundiendo ideas claras de su visión de país, que cobijen esperanzas, y recojan inquietudes para así asumir la representación por delegación voluntaria de sectores de la población que sientan que el mismo puede hacer realidad sus sueños y anhelos, y/o que los defenderán cuando otros se opongan a los mismos, y sobre todo, que sus líderes harán bien su trabajo.

Según Maggy y Barran, dos reputados historiadores y analistas, en el Uruguay todos somos batllistas.
El batllismo fue la expresión más acabada de la democracia participativa, humanista, igualitaria y solidaria, del equilibrio racional y del reformismo ponderado. Batlle y Ordóñez desde el Partido Colorado impuso un imaginario donde la movilidad social era posible, por medio de una educación pública superior a la privada, que nos ponía a todos, en una relativa igualdad en el punto de partida de la vida, donde los trabajadores se sentían clase media, los ricos eran pudorosos de mostrar sus fortunas, y la distinción solo se alcanzaba por los méritos de los actos, los esfuerzo propios y el reconocimiento de la gente.
Este Partido Colorado de hoy, autoritario en el liderazgo, vacío de contenidos, sin debate ideológico ni doctrinario, sin renovación, sin autocrítica, sin emoción, sin liderazgo confiable, solo con la tradición, no puede representar más que a un ínfimo porcentaje de nuestra gente.
La mayoría de los colorados y batllistas están fuera de este modelo de partido, y han buscado y seguirán buscando quien los represente y en quien confiar, esa es la realidad, por mas que algunos se quejen y echen las culpas a los ajenos.
Los números cantan.

Enrique Piqué

febrero de 2009

22 de fevereiro de 2009

Minoridad y delincuencia

Resulta que la baja de la edad de la imputabilidad, es vista por l los defensores del actual código del menor y el adolescente como una aberración social. Pero debemos señalar que atrás de esta negativa se arrastra la pesada carga de la inoperancia y no saber que hacer para defender a minoridad en riesgo, ni para defender también los derechos humanos y la calidad de vida del común de la gente que son la mayoría de la población, sometida hoy a una ola de delitos cuyos ejecutores mas agresivos son los menores de edad, casi el 70 % de los delitos denunciados en la zona metropolitana tiene como actores directos y complementarios a menores de edad. Hace pudimos conocer los detalles de asesinato de un joven trabajador agredido por una patota y rematado por un menor de 12 años.

Las consecuencias de esta inoperancia son trágicas, y en la practica condena de por vida a estos niños y adolescentes a no tener otra expectativa de vida que el delito.

El legislador en casi todas las sociedades modernas ha establecido que el reconocimiento de esta madurez física y cerebral esta alrededor los 18 años de vida del ser humano y así lo establecen casi todas las legislaciones de las democracias modernas.

Hasta ahí todos de acuerdo.

Lo que hoy se discute, no es cuando se alcanza la mayoría de edad, sino cuales son los límites de la inimputabilidad y que hacer con una tercera variante reconocida y aceptada en forma moderna por todos, que es la madurez social.
Si bien la madurez social tiene una relación directa con la madurez biológica, es decir con la madurez física y la madurez cerebral, en las sociedades modernas, aparece como determinante como se logra o se llega a esa madurez social.

Los lóbulos de la corteza pre- frontal, denominada por algunos el “órgano promotor de la civilización” son quienes nos diferencian especialmente de los animales. Son los responsables de nuestra capacidad de regular nuestros pensamientos, emociones y conductas. nos permiten orientarnos a la procura de metas y logros, poner frenos a nuestros actos, medir consecuencias, controlar nuestras relaciones compulsivas, aprender de nuestros errores y tener conciencia de lo positivo y lo negativo.

El consumo de drogas y alcohol afecta sustancialmente las funciones de cerebro así como predispone a esas áreas a acciones, rápidas dirigidas a obtener la droga, y a recuperarse de sus efectos.

El control volitivo, que depende por lo tanto de esa zona cerebral, no es innato, sino todo lo contrario, es aprendido y depende de la integridad física de los lóbulos frontales como de todo el cerebro para que ese aprendizaje pueda realizarse..

Si están afectados por las drogas o/y el medio social y el medio familiar no les enseñan, inducen con el ejemplo, o preparan a controlar sus impulsos, regular sus emociones, o no los capacitan para anticipar las consecuencias de sus actos, nos situaremos, en un ambiente negativo proclive a ser manipulados, por personalidades dominantes, por la influencia que ejercerán sus pares y por la necesidad de buscar su aprobación,( en el complejo sentido de pertenencia a un grupo humano determinado).

La madurez social entonces estará distorsionada y basada en micro culturas de la inmediatez y el delito, que será lo aprobado por el grupo humano al cual pertenecen) La madurez social es pues aprendida y se llegará a ella considerando dos variables: la integridad física del cerebro, que no este deteriorado por el uso abusivo de drogas y alcohol, y por una formación adecuada del ámbito social y familiar.

Es imposible pensar que inmerso en la micro cultura del delito y pobreza, sin contención familiar, nadie pueda transformarse en un ciudadano que respete y acepte las normas éticas, morales y legales predominantes en la sociedad.

Nuestro Estado, aparece frente a la gente con una postura hipócrita y fantasiosa, donde no se quiere reconocer las condiciones de delincuentes de esos menores, ni se quiere intervenir en forma compulsiva para intentar reinsertarlos a la sociedad.

¿No es un postura hipócrita esperar que cumplan 18 años?, para que cuando reincidan en el delito, ahora si con la conciencia tranquila porque han llegado a la mayoría de edad, se les puede tratar como mayores y el Estado y la sociedad, se puedan deshacer tranquilamente de ellos tirándolos en estos depósitos inhumanos de hacinamiento que son nuestras cárceles.

Eso si, entraran el juzgado para mayores con la foja limpia porque la ley establece que los delitos de los menores no se computan como antecedentes negativos.

¡Los que se desgarran las vestiduras como defensores de los derechos de la minoridad, ahora pueden dormir tranquilos, total ya cumplieron 18 años y según la ley ya no son menores!

¿Es esto una buena solución para los derechos de los menores en riesgo y los derechos de la mayoría de la gente que padece la ola de delitos ejecutados por estos menores? Por supuesto que no.

¿Quien realmente puede sostener que se defienda los derechos de un menor haciendo la plancha y esperando que cumpla los 18 años para encerrarlo en una cárcel de adultos?

Esto es una hipocresía social.

Qué puede esperarse de un menor infractor con múltiples anotaciones, (otro eufemismo para enumerar los antecedentes de un delincuente juvenil) que es entregado por el juez a sus padres. Qué podrán hacer esos padres o en general esa madre, integrantes de hogares uniparentales, que tiene varios hijos de padres distintos, que no ha sido capaz o no ha podido contener a ese hijo, ni evitar que delinca. Qué futuro le espera a ese menor que no sea el de sumergirse en la reiteración del delito.

La Cepal establecen que para romper el ciclo reproductivo de la pobreza y de las micro-culturas del delito, se necesitan un mínimo de 8 a 9 años de educación continua, a tiempo completo, retirándolos de las calles y alejándolos de la droga, internándolos en institutitos especializados, para que esos niños y adolescentes tengan alguna oportunidad de reinsertarse a la sociedad.

El estado debe cambiar la legislación, modificándola adecuadamente, y crear institutos especializados, no las cárceles para los mayores, para tratar estos niños y jóvenes delincuentes, para que puedan ser alejados de los grupos humanos que los forman negativamente, de manera tal que puedan romper el circulo reproductivo de la delincuencia y de la pobreza; y al final del proceso, puedan contar con una formación integral adecuada, con oficios o especialidades, e incluso carreras terciarias cortas, que les proporcione una preparación suficiente para entrar en el mercado de trabajo con posibilidades de éxito y abran el camino a seguir estudiando a aquellos que tengan vocación para ello.

Si no hacemos esto, la escuela del delito será en su infancia y adolescencia la calle, y la cárcel luego, la universidad donde se gradúen de delincuentes comunes. Esto es lo que pasa hoy.

Invirtiendo en la educación de estos jóvenes, y retirándolos de las calles, lograremos mejorar la calidad de vida de todos, la de los menores infractores y la de la sociedad que tendrá menos delincuentes juveniles circulando por las ciudades y centros urbanos.

Educación, complemento necesario para luchar contra la delincuencia juvenil.

Hay que generalizar las escuelas de tiempo completo que se iniciaron en el gobierno de Lacalle, doblando la apuesta y creando también liceos de tiempo completo, para las zonas de mayor riesgo social primero y en lo posible generalizar el sistema de educación de tiempo completo para toda la enseñanza pública.

En el mundo ya no se usa más la enseñanza de medio tiempo.

Y la enseñanza privada en nuestro País y en general la de todo el mundo desarrollado, es de tiempo completo, o de doble turno.

Pero volvamos a las zonas carenciados. Ahí es fundamental ir a la enseñanza de tiempo completo, incluyendo para los educandos, la alimentación, la educación física, actividades lúdicas. Todo orientado a desarrollar un sentido de pertenencia hacia los institutos en los que cursan sus estudios, para que los defiendan en vez de agredirlos como se estila ahora, y que los sientan como el hogar que en su mayoría carecen.
Hoy, nuestra enseñanza no genera ningún sentido de pertenencia ni liga a los jóvenes a ningún orden trascendente. Eso es un error y a la vez un problema que tiene a disgregar y fracturar la sociedad.

La abolición de todo sentido de pertenencia, equivale a la minimización del sentido de un orden trascendente de los valores fundamentales en la vida, despertando el sentimiento de incertidumbre y una necesidad enfermiza de dependencia, que tienden a ligar al joven a cualquier serie de fuerzas empíricas, y o a mitos sectarios o seculares con una fe absoluta, y constituye el ingrediente psicológico esencial en los totalitarismo tanto religiosos como políticos. El sentido de pertenencia (que nada tiene que ver con la adhesión incondicional) es esencial para el desarrollo del equilibrio interior del ser humano.

29 de janeiro de 2009

UNA HISTORIA SIGNADA POR LAS DESAVENENCIAS

UNA HISTORIA SIGNADA POR LAS DESAVENENCIAS

No se peleen

Los hermanos sean unidos Porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera En cualquier tiempo que fuera, Porque si entre ellos pelean Los devoran los de afuera Martín Fierro

POR LINCOLN R. MAIZTEGUI CASAS DE LA REDACCIÓN DE EL OBSERVADOR

Los blancos tienen una adhesión a su causa erigida sobre componentes pasionales. Es difícil que un blanco pueda explicar racionalmente por qué es blanco, como sí hacen un batllista o un socialista. El larguísimo exilio del poder, la defensa heroica de causas perdidas pero cargadas de legitimidad (como la defensa de Paysandú), el alimento de un espíritu quijotesco al que no le importa embestir los molinos de viento, fueron generando esta mentalidad romántica, enhiesta a lo largo de más de un siglo y medio. No es de extrañar entonces que la vieja corriente, tanto mientras fue inorgánica (“los blancos”, a secas) como cuando se organizó en el Partido Nacional, haya solucionado muy mal sus enfrentamientos intestinos. Cualquier viejo blanco lo afirma con convicción: “los colorados se odian y se putean, pero a la hora de la confrontación, barren la basura para adentro y comparecen unidos. Nosotros, en cambio, andamos siempre a la greña, y así nos va”. Cuando los blancos han acudido a las lides, en las cuchillas o ante las urnas, amalgamados en un haz, hondamente ligados por la hermosa historia y los ideales que comparten, se convierten en un torrente incontenible. En el otro extremo, cuando las diferencias políticas y los choques de personalidad –fundamentales en un conglomerado esencialmente caudillesco- provocan rupturas, los resultados suelen ser desastrosos. Una somera mirada a la historia así lo certifica. Eugenio Garzón levantado contra Oribe durante la Guerra Grande, o Lavalleja asumiendo tardíamente una filiación colorada que nunca había sido la suya en tiempos de Giró fueron el preludio de esa disonante sinfonía. Bernardo Berro presidió, entre 1860 y 1864, el que tal vez haya sido el gobierno más realizador y probo de todo el siglo XIX; pero terminó debilitado por las disidencias internas entre “amapolas” y “vicentinos”, y ello favoreció extraordinariamente la “Cruzada Libertadora” de Venancio Flores. Quien era tal vez el más importante caudillo blanco de esos años, Bernardino Olid, murió combatiendo contra sus propios correligionarios. El 27 de marzo de 1887 el Club Nacional fundado por Agustín de Vedia en 1872 se convirtió en Partido Nacional, pero la división fue inmediata: dos Directorios enfrentados compitieron por la legitimidad, uno presidido por Julio Carlos Pereira y otro por Juan José de Herrera. Pasado el ciclo saravista, durante el cual el tremendo peso de caudillo logró minimizar las disidencias, Luis Alberto de Herrera puso sus incansables energías en zurcir y reunificar la colectividad, confiriéndole carácter electoral. En 1926 el triunfo estaba al alcance de la mano; pero la deserción por la izquierda de Lorenzo Carnelli, que formó el Partido Blanco Radical, frustró esa posibilidad; Juan Campistegui superó a Herrera por 1.500 votos, y Carnelli llevó, votando aparte, 3.844 sufragios. Luego del golpe de Estado de Terra el partido se dividió entre blancos independientes y herreristas, que ostentaban lemas diferentes y se llamaban unos a otros, despectivamente, “avestruces” y “ranas”. Consecuencia: el Partido Nacional descendió en su caudal electoral de manera constante, con un pico negativo en 1942. Los incidentes de la campaña electoral de 1999 están demasiado cercanos como para que sea necesario recordarlos. La historia muestra también la contracara de esa moneda; Aparicio Saravia galvanizó a los blancos y les confirió una mística de victoria que sólo se quebró con su muerte. Cuando se logró la reunificación en 1958 la “pamperada blanca” fue incontenible, y quebró 93 años de predominio colorado. Wilson Ferreira Aldunate volvió a amalgamar a la casi totalidad del Partido y perdió por margen mínimo las tramposas elecciones de 1971. Y en 1989, aún con el recuerdo del gran caudillo civil fresco en la memoria, el nacionalismo unido ganó con amplitud las elecciones. La lección de la historia no puede ser más clara. Y es bueno tenerla presente cuando vuelven a aparecer sombrías nubes de desunión en el horizonte. Ya herido de muerte, Wilson convocó un día a Luis Alberto Lacalle y a Dardo Ortiz y les dio un consejo: “cuando yo no esté, no se peleen”. En el panorama actual, ese testamento político se erige, a la vez, en advertencia y admonición. linmaica@hotmail.com